Nada que ver con la Suerte

Siempre me pregunto cuándo se va a acabar. No es que quiera que suceda, es que simplemente no puede ser toda la vida de esta manera. No puedo determinar el momento exacto en el que se pegó a mí. A veces lo lamento, a veces pienso que no merezco que ella este conmigo. A veces pienso que es peligroso, que por tenerla al lado corro infinidad de riesgos, riesgos que no apaciguaría jamás con una pulsera roja. Por eso no la uso, porque no la pedí. Porque está conmigo porque fue su voluntad.

Sin lugar a dudas, lo único negativo es ese pensar que esto también tiene un fin. Quizás no un fin perpetuo. Sin embargo y sin lugar a dudas, uno enorme. Y cada vez más a menudo me pregunto qué prefiero, vivir con ella cada minuto de cada día para llorar lo peor en cuanto a ella se le antoje irse cinco minutos sola a tomar un café o vivir sin ella sin buenos sobresaltos, sin casi nada. Enseguida entiendo que lo que tenga que pasar va a pasar y que es mejor vivir así que desprenderme de lo más mío.

¿Hay gente que nace así?, ¿De qué depende? Ciertamente no me la gané a base de esfuerzo y por eso me siento tan culpable de que me haya elegido. La verdad es que sería de locos pedirle que se vaya.

Hay cinco situaciones que no podría sobrellevar, que llevarían cualquiera de mis días a ser el último. Pero una vez más me doy cuenta de que hay cientos de situaciones que no podría sobrellevar solo porque nunca me tocó vivirlas, porque siempre tuve otra opción. No está bueno tener una segunda opción a veces, sobre todo para alguien como yo, que siempre va a tomar la salida fácil.

No voy a explayarme demasiado, porque hacerlo sería como tener un cuadro colgado en el living y gritar a los cuatro vientos que es un Picasso original.

Algunas semanas de mi vida le imploré que la pase con alguien más porque ese alguien más la necesitaba más que yo. Entiendo que se queda porque yo no la obligo a quedarse.

Lo segundo de lo que no puedo dudar es de sus raíces. Por esto y ya que sé que puede leerme porque entiende cada palabra de cada idioma, le digo gracias porque cada noche al acostarme, presa de ese estado alfa en el que no puedo asegurar si estoy despierta o dormida, me susurra al oído que esto no tiene nada que ver con la Suerte.

Waiting to Happen

Se me terminaron las excusas para no hacerlo. Se me terminaron las excusas para no sentarme a escribir. La primera fue la corrección del libro. La segunda fue el final para el que ni siquiera hay que estudiar. La tercera fue que ponerme a tomar y escribir como lo hacía antes no era apropiado. Se agotaron todas. Yo las agoté o ellas me agotaron a mí.

Conozco una droga que tiene el mismo efecto que una de las más costosas, pero ésta es gratis. Insomnio e inapetencia son sólo dos de sus efectos secundarios, pero la lista es infinita.

Al principio, me torturaba pensando que me gusta comer, que me gusta dormirme en el instante en que pongo mi cabeza en la almohada, que me gusta esa paz. Pero, para seguir disfrutando de esa paz, es necesario que la misma oscile, y que no sea siempre paz, que a veces sea guerra, que a veces sea demencia. Es muy parecido a lo que uno siente cuando está enfermo y puede reconocer lo bien que se siente estar sano, estar normal.

Parecería que uno no siente la imperiosa necesidad de decir que está bien. Eso me hace sentir un poco culpable, porque en el estar bien radica todo, porque estar bien es el final de todas las cosas; estar bien es, en definitiva, la contestación a la pregunta más común del mundo. Y si uno está realmente bien, ¿cuál sería el sentido de seguir dándole vueltas al tema?

Con esto no quiero decir que haya que estar mal para apreciar el estar bien. Sólo quiero hacer hincapié en que a veces uno necesita sufrir y dudar. Sobre todo dudar.

No tiene mucho sentido tirarse en la cama a ver mil capítulos de una serie y pensar “qué tranquilo estoy, qué bueno”. No. Levantate. Desequilibrate. Desequilibrate ahora, porque cuando seas más grande, con toda la sabiduría que la vida te dio, no te vas a arrepentir de lo que hiciste, pero sí de lo que no hiciste. Sí. Hace cosas que no necesitas sólo por el mero placer de desequilibrarte. Obligate a desequilibrarte.

Sé que necesito escucharme más, porque las pocas veces que me escuché a mí en vez de al resto todo salió bien. E inmediamente, recuerdo la frase de Zelda Fitzgerald en mi fondo de pantalla: She quietly expected great thing to happen to her, and no doubt that’s one of the reasons why they did. Y cuando yo tomé decisiones, por arte de magia o por la gracia de Dios, siempre salió todo bien. La verdad es que cuando escucho al resto, todo sale mal o peor. No peor porque los consejos de los demás sean malos. Son peores por el simple hecho de que no es lo que yo haría si pudiera elegir. Y esta vez quiero elegir, porque esta vez puedo elegir…

Everything I’ve been through, all I’ve seen and heard, spent so much of my life in the spiritual third world, but you came and brought the rain here. Something waiting to happen, something learning to fly, we can talk without talking, from inside to inside, I have waited to feel this, for the whole of my life.

Y de pronto, tengo hambre y tengo sueño. Y eso sólo puede significar que, una vez más, tomé la decisión correcta...